La historia de Aída ha llega directa a la bandeja de correo de Queremos Partos Respetados al poco tiempo de inaugurar esta proyecto, en su presentanción, me contaba que su parto fue: "50% bueno 50% malo".
Veréis al leer su historia, que una vez más, los profesionales no pierden ni un minuto de su tiempo en contarnos lo que sucede en el trabajo del parto, en qué fase estamos del mismo, o cual son las mejores fórmulas para aplicar. Una vez más, las mujeres somos relegadas a segundo plano, sin dejarnos ser las protagonistas de nuestros partos.
Mi Primer Parto: Emma
Me quedé embarazada de Emma a los 24
años, fue una niña buscada y no tardó nada en llegar. Un embarazo
buenísimo, de los que dan envidia; me encontraba tan bien que todos
me decían que seguramente cumpliría y me pasaría de las 40
semanas.
No fue así.
A la semana 39 más 4 días, me
desperté ese 25 de agosto del 2007 muy temprano (06:30h) y agobiada,
como con ansiedad. Puse varias lavadoras, las tendía y como se
secaban las planchaba y guardaba, hice hornadas varias de magdalenas,
estaba desbocada, sentía que me iba a salir de mi piel. Rompí aguas
en casa a las 16:30h.
Fuimos al Hospital Costa del Sol de
Marbella, tras anular varios planes con amigos que teníamos.
Llegué andando y sin ninguna
contracción ni molestia sobre las 17:30h, con mi líquido
amniótico recorriéndome pierna abajo, y dejando mis huellas por
todo el hospital.
Pasamos por una primera exploración y
estaba de 2cm dilatada, la niña colocada, bueno, tocaba esperar.
Las horas pasaban y allí estábamos
todos de charlas (mis padres, suegros, mi cuñada y sobrinillo), me
encontraba bien, me pusieron el sello de “esta va para largo”
(cuánto se equivocaban), a eso de las 20:00h mi madre me
aconsejó darme un baño calentito, pues según historias,
favorecería las contracciones; allá fui. Me di mi bañito, y me
puse a dar paseos charlando con mi padre. Como conocemos personal del
hospital, venían a verme y paseítos para arriba, paseíto para
abajo.
La familia empezó a irse, lo dicho
“iba para largo”, mi padre tenía bronquitis y no quería
pegárselo a la niña, y mi cuñada y sobrino era tarde para el
pequeño. Se quedaron mi marido, mi madre y mis suegros.
A eso de las 22:00h, me dio la
primera contracción. Ya la cara se me cambió, eso empezaba a doler,
así que me metí en mi cama (por suerte las parturientas estábamos
una por habitación, pillamos época baja de partos). Mi madre me
abanicaba y mi marido el pobre me cedió “amablemente” su pierna
para que yo se la estrujase.
Las contracciones se sucedían unas
detrás de otras, en intervalo de 20 segundos y con una duración
aproximada de un minuto. Pensé que me partía por la mitad.
Vino la enfermera y me dijeron que me
tenían que controlar 40 minutos, para mí eso era un mundo, recuerdo
que dije: ¡¿40 minutos así?!
Porque las contracciones no paraban,
iban a más fuertes y a más rápidas. Pasado el tiempo mi suegro se
puso a buscar como loco a un celador para que me bajasen a paritorio,
el hecho que mi cara se desencajase del todo le asustó un poquito al
pobre hombre.
A las 23:30h estaba ya en
paritorio de 4 centímetros dilatada, las contracciones no me dejaban
ni pensar, y aquí sí estoy enfadada con el hospital, porque
nadie intento calmarme, era una novata ante unos dolores desconocidos
para mí, y claro que estaba asustada por todo lo que se me venía
encima.
Me preguntaron que si quería la
epidural, dije que sí sin dudarlo. Ahora lo miro con retrospectiva,
y me doy cuenta que yo hubiese podido parir sin epidural pues tengo
un gran control de mi dolor, pero allí nadie se preocupó por si
podía o no.
Antes de la epidural, me inyectaron
oxitocina, ahora sigo sin entenderlo, porque mi cuerpo no
paraba de trabajar y estaba ya en 4 centímetros por mí misma, con
lo que mi cuerpo estaba respondiendo bien a los trabajos del parto.
Total, me ponen la epidural a las
00:00h (os pongo los tiempo porque los considero importantes,
han pasado solo 7 horas y media desde que rompo aguas) y ya me había
puesto de 9 centímetros. La enfermera ni me creía, pero yo le decía
que sí, que tenía ganas de empujar.
Pero claro, me habían puesto la
epidural, y ¿qué me pasó? pues que me quedaba dormida en el potro
(sí, potro, otra historia más que me tragué por novata), que las
contracciones dejé de sentirlas, y que yo participaba nada y menos
en mi propio parto porque yo lo quería era dormir.
Después de mucho empujar (de mentira
porque no tenía ni fuerzas ni ganas), mi hija nació a las 02:15h
(a la misma hora que su madre, fíjate que casualidad), y pesó
3.335kg (¡anda, cómo su madre también!). Y directa a mi pecho y a
mis brazos.
Pero llegó la preguntita: ¿has tenido
alguna infección de vagina en el embarazo?
- ¿Infección de vagina? ¿qué es eso? ¿no está solo la de orina? Pues mire que yo sepa no, ¿por?
- Porque la niña al salir te ha desgarrado por dentro y tengo que coserte.
- Ah, pues bien, de acuerdo.
Y empezó a coserme, ¿sabéis lo
mejor? Que mi epidural se había pasado el efecto, le dije con las
lágrimas casi brotando (ojo, nunca lloro en temas médicos, se me
aguantar el dolor y tirar hacia delante, pero no soportaba eso más)
que me estaba doliendo, que como esa zona ya estaba dolorida del
parto, que por qué no me ponía una anestesia local y podía coserme
bien.
Me dijo que aguantase porque era solo
un momento, y creo que llegué a contar unos 6 puntos, 6 puntos en
carne viva, 6 puntos sin anestesia, en mi vagina.
¿Sabéis cuál fue la mejor frase que
me dijo? “No te muevas”
¿Qué no me mueva? ¡Qué me estás
cosiendo a carne viva recién paría mi vagina! Que me dieron ganas
de bajar una pierna del potro ese y pegarle una patada y tirarla para
atrás.
Pero estaba cansada, solo quería coger de nuevo a mi niña y volver a olerla, ir a mi habitación y descansar.